La historia que originó la industria de cruceros
Lo que se inició como un negocio de venta de pasajes para viajar a bordo de un barco de correos, pronto se convirtió en un negocio turístico Reto Leder e Iliana CebamanosEspecial para La Prensa revista@prensa.com
KRT Direct
Uno de los viajes de placer más frecuentados por miles de turistas alrededor del mundo es la travesía por el mar a bordo de un majestuoso crucero. La historia de estos fascinantes viajes se remonta al año 1839, cuando el Gobierno británico lanzó una licitación para el transporte de correos entre Inglaterra y Estados Unidos.
La licitación fue ganada por un inglés oriundo de Nueva Escocia, llamado Samuel Cunard, conocido en la sociedad de entonces como el “príncipe de los océanos”. Fue así como un año después, en 1840, el Britannia, el primer velero de correos, zarpó de Liverpool, Inglaterra, con destino hacia Boston, Estados Unidos.
Pero Sir Cunard, quien también era conocido por sus virtudes como comerciante, pronto comenzó a vislumbrar la posibilidad de hacer negocios con estos transportes de correo. La idea consistía en hacer de su ocupación habitual, una actividad más atractiva y sustentable.
Lo que se inició como un negocio de venta de pasajes para viajar a bordo del barco de correos, pronto fue adquiriendo auge entre el público inglés. Entre 1891 y 1911, más de 1.8 millones de personas viajaron en barco desde Inglaterra a Canadá.
Con el pasar de los años, los barcos fueron modernizándose. Evolucionaron de tecnología de carbón a turbinas de vapor; de iluminación de candelas a luz eléctrica (1881) y así sucesivamente.
Con la creciente migración de europeos hacia el entonces llamado “país de las mil oportunidades”, los marinos se dieron cuenta de que era hora de cambiar de transporte de correos a transporte de pasajeros.
Ciertamente los hundimientos de barcos no fueron ninguna novedad, sin embargo, no hubo accidente marítimo que llamase tanto la atención como la catástrofe del Titanic -anunciado como el barco más grande y más veloz de todos los tiempos con 46 mil toneladas- en 1812. Curiosamente, fue el barco Carpathia, de la línea Cunard, el que salvó a los 705 sobrevivientes de esta tragedia.
Por otro lado, sir Samuel Cunard continuó haciendo historia con la construcción de los cruceros gigantes Queen Mary y el Queen Elizabeth. Ambos barcos fueron adaptados a las necesidades surgidas a raíz de la Segunda Guerra Mundial y transportaron a hasta 16 mil personas, viajando a velocidades que ningún barco de guerra convencional o submarino podía igualar.
Durante la misma época, otra leyenda de la marina, el Normandie, de Francia, que se disputaba el famoso blue ribbon a la excelencia con el Queen Mary, de Cunard, fue víctima de un incendio en el puerto de Nueva York mientras estaba siendo adaptado para el transporte de tropas.
Poco después de la guerra, en 1947, la línea Cunard lanzó el primer barco construido como “crucero de placer” en lugar de servir como transportador entre un país y otro. El famoso barco Caronia –llamado La Diosa Verde por su tonalidad verdosa– dio inicio a una nueva era en la industria marítima y del turismo. Un nuevo negocio había nacido, y las líneas de barco comenzaban a competir entre ellas mismas por lujo, confort y diseño. Hoteles flotantes
En 1968 inició su primer viaje el Queen Elizabeth II, sucesor del original Queen Elizabeth, que se incendió en el puerto de Hong Kong luego de ser destinado a una universidad flotante.
Mientras que el Queen Mary fue convertido en hotel -hoy en día puede ser visitado en el puerto de Los Angeles- el Queen Elizabeth II continúa viajando por los siete mares.
Próximamente se inaugurará el barco Queen Mary II, que también recorrerá varias rutas marítimas. Tendrá un costo de 700 millones, será el barco más grande jamás construido (unas 150 mil toneladas bruto con 147 pies) y se calcula que su longitud será mayor a la de la Torre Eiffel de París.
Sin duda alguna, la industria de barcos cruceros ha originado grandes cambios, y la competencia entre líneas es igual de feroz que en la industria hotelera. Actualmente el barco más grande en servicio pertenece a la línea Royal Caribbean Cruise Line y se llama Voyager of the Seas (142 mil toneladas).
A diferencia de antaño, los barcos cruceros de hoy en día ofrecen entretenimiento de los más diversos estilos y atienden a una clientela altamente diversificada.
Los barcos actuales son considerados como ciudades flotantes, ya que le ofrecen al pasajero servicios de casinos, bares y restaurantes, y espectáculos. Los más modernos incluso ofrecen pistas de patinaje y paredes especiales para escalar.
Además de los puertos clásicos en el Mediterráneo, el Caribe, Alaska, los fiordos chilenos y noruegos, y los viajes alrededor de Sur América, toman cada vez más popularidad los puertos en Panamá y el tránsito por el majestuoso Canal.
Actualmente en Panamá se estipula un tránsito de más de 200 embarcaciones de cruceros cada año. Sin lugar a dudas, el potencial económico que representa este tipo de turismo parece casi interminable.
Lo curioso es entender que solo tenemos alrededor de ocho horas para ofrecerle al turista lo mejor de nuestro país. El efecto multiplicador de esta actividad en la economía se refleja a corto plazo y le brinda oportunidades de empleo a muchas personas tanto a mediano como a largo plazos, pues cada turista de crucero que se vaya con una buena impresión del servicio que recibió se convertirá en nuestro principal promotor turístico.
El camino está abierto y la oportunidad se nos presenta una sola vez. Es hora de que todos hagamos el máximo esfuerzo por brindar el servicio que el turista internacional espera y se merece, haciendo de Panamá el destino preferido de los turistas de cruceros.
(Reto Leder es director de Desarrollo para América Latina de Hotelconsult Cesar Ritz University de Suiza, e Iliana Cebamanos es directora General del Grupo Cebasa, Panamá)
Lo que se inició como un negocio de venta de pasajes para viajar a bordo de un barco de correos, pronto se convirtió en un negocio turístico Reto Leder e Iliana CebamanosEspecial para La Prensa revista@prensa.com
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Uno de los viajes de placer más frecuentados por miles de turistas alrededor del mundo es la travesía por el mar a bordo de un majestuoso crucero. La historia de estos fascinantes viajes se remonta al año 1839, cuando el Gobierno británico lanzó una licitación para el transporte de correos entre Inglaterra y Estados Unidos.
La licitación fue ganada por un inglés oriundo de Nueva Escocia, llamado Samuel Cunard, conocido en la sociedad de entonces como el “príncipe de los océanos”. Fue así como un año después, en 1840, el Britannia, el primer velero de correos, zarpó de Liverpool, Inglaterra, con destino hacia Boston, Estados Unidos.
Pero Sir Cunard, quien también era conocido por sus virtudes como comerciante, pronto comenzó a vislumbrar la posibilidad de hacer negocios con estos transportes de correo. La idea consistía en hacer de su ocupación habitual, una actividad más atractiva y sustentable.
Lo que se inició como un negocio de venta de pasajes para viajar a bordo del barco de correos, pronto fue adquiriendo auge entre el público inglés. Entre 1891 y 1911, más de 1.8 millones de personas viajaron en barco desde Inglaterra a Canadá.
Con el pasar de los años, los barcos fueron modernizándose. Evolucionaron de tecnología de carbón a turbinas de vapor; de iluminación de candelas a luz eléctrica (1881) y así sucesivamente.
Con la creciente migración de europeos hacia el entonces llamado “país de las mil oportunidades”, los marinos se dieron cuenta de que era hora de cambiar de transporte de correos a transporte de pasajeros.
Ciertamente los hundimientos de barcos no fueron ninguna novedad, sin embargo, no hubo accidente marítimo que llamase tanto la atención como la catástrofe del Titanic -anunciado como el barco más grande y más veloz de todos los tiempos con 46 mil toneladas- en 1812. Curiosamente, fue el barco Carpathia, de la línea Cunard, el que salvó a los 705 sobrevivientes de esta tragedia.
Por otro lado, sir Samuel Cunard continuó haciendo historia con la construcción de los cruceros gigantes Queen Mary y el Queen Elizabeth. Ambos barcos fueron adaptados a las necesidades surgidas a raíz de la Segunda Guerra Mundial y transportaron a hasta 16 mil personas, viajando a velocidades que ningún barco de guerra convencional o submarino podía igualar.
Durante la misma época, otra leyenda de la marina, el Normandie, de Francia, que se disputaba el famoso blue ribbon a la excelencia con el Queen Mary, de Cunard, fue víctima de un incendio en el puerto de Nueva York mientras estaba siendo adaptado para el transporte de tropas.
Poco después de la guerra, en 1947, la línea Cunard lanzó el primer barco construido como “crucero de placer” en lugar de servir como transportador entre un país y otro. El famoso barco Caronia –llamado La Diosa Verde por su tonalidad verdosa– dio inicio a una nueva era en la industria marítima y del turismo. Un nuevo negocio había nacido, y las líneas de barco comenzaban a competir entre ellas mismas por lujo, confort y diseño. Hoteles flotantes
En 1968 inició su primer viaje el Queen Elizabeth II, sucesor del original Queen Elizabeth, que se incendió en el puerto de Hong Kong luego de ser destinado a una universidad flotante.
Mientras que el Queen Mary fue convertido en hotel -hoy en día puede ser visitado en el puerto de Los Angeles- el Queen Elizabeth II continúa viajando por los siete mares.
Próximamente se inaugurará el barco Queen Mary II, que también recorrerá varias rutas marítimas. Tendrá un costo de 700 millones, será el barco más grande jamás construido (unas 150 mil toneladas bruto con 147 pies) y se calcula que su longitud será mayor a la de la Torre Eiffel de París.
Sin duda alguna, la industria de barcos cruceros ha originado grandes cambios, y la competencia entre líneas es igual de feroz que en la industria hotelera. Actualmente el barco más grande en servicio pertenece a la línea Royal Caribbean Cruise Line y se llama Voyager of the Seas (142 mil toneladas).
A diferencia de antaño, los barcos cruceros de hoy en día ofrecen entretenimiento de los más diversos estilos y atienden a una clientela altamente diversificada.
Los barcos actuales son considerados como ciudades flotantes, ya que le ofrecen al pasajero servicios de casinos, bares y restaurantes, y espectáculos. Los más modernos incluso ofrecen pistas de patinaje y paredes especiales para escalar.
Además de los puertos clásicos en el Mediterráneo, el Caribe, Alaska, los fiordos chilenos y noruegos, y los viajes alrededor de Sur América, toman cada vez más popularidad los puertos en Panamá y el tránsito por el majestuoso Canal.
Actualmente en Panamá se estipula un tránsito de más de 200 embarcaciones de cruceros cada año. Sin lugar a dudas, el potencial económico que representa este tipo de turismo parece casi interminable.
Lo curioso es entender que solo tenemos alrededor de ocho horas para ofrecerle al turista lo mejor de nuestro país. El efecto multiplicador de esta actividad en la economía se refleja a corto plazo y le brinda oportunidades de empleo a muchas personas tanto a mediano como a largo plazos, pues cada turista de crucero que se vaya con una buena impresión del servicio que recibió se convertirá en nuestro principal promotor turístico.
El camino está abierto y la oportunidad se nos presenta una sola vez. Es hora de que todos hagamos el máximo esfuerzo por brindar el servicio que el turista internacional espera y se merece, haciendo de Panamá el destino preferido de los turistas de cruceros.
(Reto Leder es director de Desarrollo para América Latina de Hotelconsult Cesar Ritz University de Suiza, e Iliana Cebamanos es directora General del Grupo Cebasa, Panamá)
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